La cirrosis a veces se denomina enfermedad hepática en etapa terminal. Esto simplemente significa que ocurre después de otras etapas de daño hepático que pueden incluir inflamación (hepatitis), depósitos de grasa (esteatosis) y aumento de la rigidez y cicatrización leve del hígado (fibrosis). Dicho daño hepático puede deberse a alcoholismo, infecciones, estilo de vida poco saludable, mala nutrición o hábitos alimenticios, lesiones graves u otras causas. Por eso es tan importante evitar cualquier daño hepático en primer lugar y hacer todo lo posible para mantener su hígado sano y funcional. El hígado significa vida, ¡y solo tienes uno!
La cirrosis se clasifica en compensada o descompensada. La cirrosis compensada ocurre cuando el hígado hace frente al daño y mantiene sus funciones importantes. Muchas personas con cirrosis compensada pueden sentirse bastante bien y vivir muchos años sin necesitar un trasplante de hígado. Hasta cierto punto, el hígado puede funcionar relativamente bien incluso cuando está muy dañado. Sin embargo, cualquier daño adicional al hígado puede ser letal. En la cirrosis descompensada, el hígado no puede realizar adecuadamente todas sus funciones. Las personas con cirrosis descompensada a menudo sufren síntomas y complicaciones graves, como hipertensión portal (presión arterial alta dentro del sistema de vasos que viaja a través del hígado), varices sangrantes (sangrado potencialmente mortal de los vasos sanguíneos del esófago o del estómago), ascitis (acumulación de líquidos en el abdomen, más específicamente en la cavidad peritoneal), infecciones graves, encefalopatía (insuficiencia cerebral), que eventualmente conducen a ACLF, seguida de insuficiencia multiorgánica y muerte.